¿Existen animales sin cerebro?

Aunque suene algo lógico que todos los animales necesiten un cerebro para vivir, realmente no es así, ya que muchos no tienen tal cosa, sin embargo sobreviven.

En algunos casos, en lugar de tener cerebro, algunos de ellos tienen grupos de células nerviosas llamadas ganglios que les ayudan a realizar las funciones vitales tales como alimentarse, defenderse o reproducirse.

Haremos mención de una serie de animales que no tienen este tipo de células, sin embargo cuando piensan en sobrevivir actúan de manera inmediata.

Pepinos de Mar

Son parientes de las estrellas de mar, no tienen materia gris, pero si unos mecanismos ingeniosos de defensa; si se sienten en peligro son capaces de eliminar gran parte de sus órganos internos, que automáticamente vuelven a crecer con rapidez. Del mismo modo, pueden activar los colores brillantes incluidos en él para alertar de cualquier peligro en el que se encuentren.

Medusas

Esta especie en lugar de cerebro, tienen una red neuronal, que es una serie de sistema de células nerviosas que se entrelazan por todo el cuerpo del animal y de esta manera les permite sentir la presencia de cualquier tipo de alimentos, depredadores, o posibles compañeros.

Erizos de mar

Son animales que se pasan gran parte de la vida arrastrándose por el suelo del océano en busca de comida, pero ante la ausencia del cerebro no existe una planificación específica para ello. Si encuentran algo apetecible se lo comen, si no siguen la búsqueda. En cuanto a la defensa, no existe ningún problema porque utilizan todas las púas que poseen en su cuerpo, que son ponzoñosas.

Corales

Se conocen por ser capaces de crear los arrecifes, que no es más que la cáscara de un coral muerto unido al de su vecino, y forman enormes masas multicolores. Aunque parezcan inofensivos sin cerebro, son animales muy guerreros que sueltan un veneno letal ante la presencia de cualquier intruso.

Toda esta especie marina, a pesar de no contar con cerebro, pueden cumplir todas las funciones de supervivencia dentro del hábitat en el que se desarrollan, dejando evidencias indiscutibles de que no lo necesitan para lograr lo que quieren.