Guatemala.- Frotan vidrios en las esquinas de las avenidas y calles, hacen actos de circo con maquillajes de payaso o simulan estar lesionados para mendigar. Así pasa el día para muchos niños guatemaltecos, especialmente de comunidades originarias –nativos- y en varios casos resultan “alquilados” por sus progenitores a tejidos de explotación laboral.
Dejados a su suerte en las calles de la capital y otros focos urbanos, los niños se cristalizaron en una mina de oro para grupos ilícitos que se valen de las condiciones de pobreza en que vive cerca del sesenta por ciento de los dieciséis millones de habitantes de esta nación centroamericano.
Los niños de las comunidades nativas “son alistados por los traficantes que instituyen acuerdos con los padres de familia, a quienes les dan un porcentaje por arrendar a los infantes y trasladarse a la capital a ocuparse o a pedir dinero”, indicó Rosy Palma, conductora de desarrollo de la ONG Refugio de la Niñez.
La entidad escolta a instituciones gubernamentales que realizan operaciones para redimir y salvar a menores de edad víctimas de explotación laboral, las mayorías precisadas y obligadas a migrar desde demarcaciones indígenas.
En el mismo orden, las autoridades aprecian que cerca de un millón de niños trabajan en Guatemala, aunque no han logrado instituir una estadística infalible sobre los que son explotados en la vía pública y violentados a mendigar, señaló Palma.
“Por las circunstancias económicas de esta población, muchos grupos constituidos de delincuentes han logrado atraerlos”, expresó Harold Flores, preservador de la Niñez de la Procuraduría General de la Nación, ente que practica la abogacía del Estado.
El delegado declaró que los niños de las comunidades nativas son obligados a extenuantes tránsitos laborales de hasta dieciséis horas diarias y se les establecen cuotas de unos US$ 13 que deben conceder al final del día, para no ser sancionados.
“En ciertos casos les muestran que van a venir a estudiar, que van a venir a instruirse en un oficio, que van a gozar una mejor vida que la que tienen en sus distritos de origen”, refirió Flores. Con periodicidad, los niños viven aglomerados en hoteles precarios y no toman más nutrición que pan y agua, lamentó el funcionario.